viernes, 1 de febrero de 2008

JOSE BARRITA"EL ABUELO EL MAS QUERIDO Y EL MAS ODIADO"

Jose Barrita "El abuelo" nacio en Spilinga, un pueblito de la región de Cattanzaro en la provincia de Calabria, el 5 de enero de 1953, hasta que sus padres decidierion venir a vivir a la Argentina para probrar suerte. Llegó al barrio de la Boca, más precisamente en la calle Olavarría entre Mouse y Aristóbulo del Valle. Pepe, como lo llamaban sus amigos, cursó el primario en la escuela número 1 Mariano Moreno y abandonó sus estudios secundarios cuando finalizó el segundo año en el Colegio Industrial Italia. Con 15 años se fue a probar de cuatro en Excursionistas, pero abandonó enseguida. "Porque era muy vago", decía reiteradamente. A los 18 años comenzó a colaborar con don Alejandro en un aserradero de mármol que su padre poseía en Mataderos. Dos años más tarde empezó a ayudar a su madre en el viejo almacén de la calle Eizaguirre de la localidad bonaerense de San Justo. Antes de hacerse socio de Boca (tenía el carnet 7.923) en 1966, ya lo era de Almirante Brown, que intervenía en los campeonatos de ascenso. Por ascendencia y por su carisma, se entronizó como el jefe de la 12, que aterrorizaba a las hinchas rivales y con las que mantuvo grandes disputas. José Barritta formaba parte de la barra brava, que en ese momento era capitaneada por Quique El Carnicero, dueño del bar y restaurant La Glorieta de Quique, ubicado frente a la puerta principal de la Bombonera. Luego se produjeron una serie de enfrentamientos entre los integrantes de la hinchada, que derivó en el alejamiento de Quique, lugar que ocupó El Abuelo, quien comenzó su liderazgo cuando Martín Noel ejercía la presidencia de Boca. Por más de 15 años fue la cara visible de esos bravucones del tablón, que amenazaban y golpeaban a los hinchas adversarios y hasta les tendían emboscadas y provocaron hasta la muerte de dos hinchas de River: Maximiliano Vallejos y Angel Delgado, en 1994. El"Embajador" argentino lo llamaron, El Abuelo se dio el gusto de ser el jefe de los simpatizantes argentinos que presenciaron el mundial de 1986 en México, donde Argentina, de la mano de Diego Armando Maradona, se consagró campeón.

jueves, 31 de enero de 2008

NEGRO THOMPSON

CARLOS ALBERTO DE GODOY,MAS CONOCIDO COMO EL NEGRO THOMPSON,MORIA EL 6 DE MARZO DE 1989 EN LA CARCEL DE VILLA DEVOTO,A RAIZ DE UNA INSUFICIENCIA CARDIACA MIENTRAS JUGABA AL FUTBOL EN DICHO ESTABLECIMIENTO.
EL POPULAR NEGRO THOMPSON,DURANTE MUCHOS AÑOS FUE EL CAPO DE LA HINCHADA DE QUILMES,PERO CUMPLIA UNA CONDENA POR HOMICIDIO,ACUSADO DE LA MUERTE DE UN HINCHA DE BOCA(AURELIO SERVIN MARTINEZ)
LA TRAGICA NOCHE DEL 5 DE ENERO DE 1982 INSCRIBIO UNA PAGINA TRISTE EN LA HISTORIA DE LO POLICIAL ENTRELAZADO CON EL FUTBOL.LA MUERTE DEL HINCHA DE BOCA FUE DETERMINANTE PARA QUE EL NEGRO THOMPSON QUEDARA ENVUELTO EN UN MAR DE SOSPECHAS.FUE PRACTICAMENTE SENTENCIADO ANTES DEL PROCESO, YA QUE SU POPULARIDAD Y SU FIGURA TERMINARON POR CONDENARLO.
INCLUSO FUE ABSUELTO EN PRIMERA INSTANCIA,HUBO MULTIPLES TESTIMONIOS QUE ASEGURABAN QUE EL NEGRO NO HABIA IDO A LA CANCHA PORQUE PADECIA LUMBALGIA Y RECIEN EN LA SEGUNDA FUE CONDENADO.
ANTES DE CONOCERSE EL FALLO DE LA CAMARA VIAJO A PARAGUAY,DONDE ESTUBO VIVIENDO UN TIEMPO,PARA REGRESAR A QUILMES E INSTALAR UN COMERCIO EN PLENO CENTRO CENTRO(LA VERDULERIA "LOS CERVECEROS")EN ESTA ESTAPA ALGUIEN LO DESCUBRIO Y FUE A LA CARCEL EN LA QUE ENCONTRO LA MUERTE.
EL NEGRO THOMPSON NO SOLO COMANDABA LA HINCHADA DE QUILMES SINO QUE HABIA GESTADO UN MOVIMIENTO DE JEFES DE HINCHADAS PARA VIAJAR A ESPAÑA A FIN DE ALENTAR A LA SELECCION ARGENTINA.
ESTE PROYECTO NO SE CONCRETO EN VIRTUD DE LA GUERRA DE MALVINAS.DE TODAS MANERAS ESA INICIATIVA LE GENERO ALGUNAS BRONCAS Y CELOS,QUE PUDIERON TENER ESTALLIDO EN EL FAMOSO PARTIDO EN LA NOCHE BOQUENSE.
DECIA "EL SOL" EL 8 DE MARZO DE 1989 QUE EL NEGRO SE HABIA MUERTO GRITANDO SU INOCENCIA."LA MUETE SERVIRA PARA TRANSFORMAR AL NEGRO THOMPSON EN UN MITO O LEYENDA.SE TEJERAN HISTORIAS EN SU ENTORNO CON VISOS DE VERACIDAD Y DE FANTASIA.ALGUNOS RECORDARAN AQUELLA EPOCA,AÑOS BASTANTES ATRAS EN LA QUE PRECIDIA EL QUILMES A.C "EL CHOLO VAZQUEZ" CUANDO PARA EVITAR PROBLEMAS CON LA HINCHADA SE LO UBICO AL NEGRO EN LAS PLATEAS CERVECERAS CAUSANDO TODO TIPO DE COMENTARIOS"
OTRA FRASE QUE DECIA SIEMPRE EL NEGRO"YO NO PODRIA SER PRESIDENTE DE QUILMES PORQUE ME ROBARIA TODO".

miércoles, 30 de enero de 2008

Alan Schlenker apeló su procesamiento y ataca contra el juez de la causa


El presunto líder de una facción de la barra brava de River, Alan Schlenker, apeló su nuevo procesamiento con prisión preventiva formulando una feroz crítica a la resolución del juez Luis Rodríguez, a la que calificó de "extensa pero carente de sustento".Mediante un escrito de diez carillas al que tuvo acceso DyN, los abogados Roberto Ribas y Sebastián Rodríguez reprocharon al juez haberle adjudicado al mayor de los Schlenker "una participación en grado de coautor... basada una vez mas en presunciones que no encuentran asidero o apoyo en pruebas directas de la causa". Ribas y Rodríguez consideraron un "error" del tribunal "suponer que el único enemigo de (Adrián) Rousseau y sus seguidores o adláteres lo era Alan", refutando así que fueran los enfrentamientos entre ambos la causa del crimen de Gonzalo Acro."Se encuentra acreditado en la causa que existen varios grupos de hinchas que no responden a nadie y se mueven en forma independiente, como el Grupo de Palermo en el mundial de Alemania, o el grupo del Oeste o el de Zona Norte", recordaron los defensores de Schlenker.Con ese argumento refutaron la resolución del juez, quien en su primera resolución atribuyó a móviles económicos el crimen de Acro, y en la segunda aludió –según los abogados- a "odios internos de supuestas peleas, amores robados y conflictos que no explica"."El fracaso de la hipótesis planteada lleva al juez a cambiar el móvil criminal con el único y agraviante para esta defensa, fin de poder seguir sosteniendo la injusta prisión de nuestro asistido... Una vez más la resolución es contradictoria, arbitraria y huérfana de elementos probatorios", dijeron los abogados, al cuestionar la resolución del juez Rodríguez, contenida en 778 páginas."No dudamos que con el moderno sistema de 'copiar' , 'cortar' y 'pegar', su señoría pretende construir una extensa resolución que sólo es eso: extensa pero carente de sustento", dispararon."Su señoría se sentó a escuchar la indagatoria de Alan con el plan indiscutido de procesarlo, no importa lo que diga o que haya contestado todas las preguntas que se le formularon... Existe un arbitrario e intencional manejo de la prueba", advirtieron.Los abogados atacaron especialmente las deducciones que el juez tomó como válidas sobre los entrecruzamientos telefónicos, "no obstante no existir en el sumario elementos de prueba directos que demuestren sobre qué versaban las comunicaciones"."Alan Schlenker se comunicó con la hinchada, porque pertenece a la hinchada y transitó por Belgrano y Núñez porque vive y tiene su vida social en esa zona. Por otra parte, no se sabe de qué hablaron, por lo tanto ello no es indicio válido para dictar la decisión de mérito que aquí se ataca y disponer la prisión preventiva", embistieron los abogados.En ese contexto, dijeron que el juez utilizó "el criterio de 'peligrosismo' abandonado por la actual y buena doctrina", al hacer mención en su resolución a "los muertos por el fútbol y los problemas de las barras bravas que parece haberse resumido en Alan Schlenker".Así, denunciaron "la innecesaria inclusión de la historia de la violencia en el fútbol citando hechos de épocas en las que Alan no solo no concurría a los estadios…ni siquiera había nacido".Los abogados de Alan Schlenker pidieron además que quede sin efecto la prisión preventiva: "no existe el peligro de fuga o entorpecimiento del proceso, toda vez que fue nuestro defendido quien se puso a disposición de su señoría pese al tenor de la imputación".

lunes, 28 de enero de 2008

EL NEGRO JOSE LUIS, ICONO TRIPERO Y RICOTERO(LA VERDADERA GRAN BESTIA POP)


El héroe de la canción más famosa de los Redonditos de Ricota era el jefe de la barra brava de Gimnasia y Esgrima La Plata. Falleció la semana pasada. Aquí, la historia jamás contada de quien inspiró al Indio Solari. El Negro José Luis lideró la barra del Lobo platense desde los años 70. Murió a los 46 años. Fue militante de la JP y fan del rock: Polifemo, Pappo, V8, Hermética y, por supuesto, los Redondos.
POR GABRIEL FERNÁNDEZ
Un entorno magnífico. En lo alto, un cielo limpio; acunando la multitud, los árboles del bosque platense. Miles de rostros ansiosos esperan el clásico. Sucede a principios de los 70: la gente no pregunta por el precio de las entradas, simplemente va a la cancha. Entre esa gente, justo en el medio de la cabecera local, hay un negrito delgado, fibroso, con hombros imponentes. La tribuna roja y blanca, desde un costado, en minoría, lanza su artillería con pegadizo compás: “Para ser hincha del Lobo/ dos cosas hay que tener/ una casilla en Berisso/ y un long play de chamamé”. Racimos de berissenses y mondongueros acusan el impacto, y la tensión social crece en los minutos previos al partido. Pocos atinan a mejorar el “hijos de puta” o el célebre “pincha, compadre...” El negrito no lo piensa más: utiliza su singular potencia para subir a codazos a un paraavalancha y empieza a cantar. En derredor se hace silencio, hasta que todos captan la idea. Minutos después, los otros tres costados del estadio aúllan la consigna, tosca y llana. José Luis Torres (a) El Negro José Luis, una bestia en la pelea callejera, dicta o vomita su historia, a modo de respuesta: “Seremos negros/ seremos basureros/ pero en La Plata/ mandamos los triperos”. El Loco Tabbia, un gordo enorme que participa del liderazgo gimnasista, sonríe. Vacuna, con sus andrajos y su paraguas pintado “Ginacia”, baila reivindicado. Y los pibes de la periferia empiezan a hablar del Negro José Luis.
Puede decirse: no fue un buen hombre. Puede decirse: nunca atemperó la discordia horizontal. Puede decirse: su lealtad era imponente. Y también: no peleaba para mostrarse valiente. Peleaba porque le gustaba pelear. En un recordado recital de Polifemo, en el Club Atenas, logró que toda una tribuna lateral se volcara hacia el campo para batirse con los que habían conseguido la mejor ubicación. En otro, de Pappo, protagonizó una riña callejera memorable, a lo Tigre Millán, con un agravante: varios de sus rivales portaban navajas y su grupo rompió muchas cabezas a puro palo y fierro bien buscado. No fueron los únicos cuchillos que se clavaron en su cuerpo. Hinchas rivales, de Primera y del Ascenso, lograron herirlo, hospitalizarlo, mas no vencerlo. Rápidamente volvía, vendado, a los estadios y a los recitales. Algunas de sus tácticas fueron ingeniosas: al atardecer de un domingo sereno, poco después de empezar el segundo tiempo de un cotejo entre Gimnasia (triperos) y Quilmes (cerveceros), un grupo significativo de hinchas de Gimnasia se fue de la popular. Esperaron a los rivales trepados a los árboles. Cuando la gente del Negro Thompson –el histórico jefe de la barra de Quilmes– comenzó a recorrer el ecológico paseo platense, desde las copas llovían hinchas. El efecto sorpresa se completaba maniatando al huésped y lanzándolo al lago.
José Luis no había leído a Sun Tzu, pero tenía sus recursos. A menos que estuviera atiborrado de drogas y de alcohol: en esos casos, sólo peleaba, sin planificación alguna. En una de sus tardes más oscuras, se lo pudo ver tieso sobre un parante de la cancha de Banfield. Los compañeros lo sostenían, hasta que en una jugada discutida, cayó. Golpeó su cabeza contra un escalón de cemento. Se paró enseguida, con una sonrisa nublada. Se quitó el polvo de la manga izquierda de la remera y volvió a su lugar ante el asombro de quienes lo daban por muerto.
Como en los buenos tangos, vivió hasta grande con su mamá. La relación era enternecedora. Aunque parezca extraño, no faltaba el beso en la frente, el elogio desmedido y la comparación con otras mujeres, que derivaba inevitablemente en un triunfo de la Vieja. Su casa tenía las características de un hogar humilde “bien llevado” por la patrona. Su habitación era un compendio de banderas y elementos del Lobo conjugados con discos y posters de rock. Su tesoro más preciado: la grabación de un programa radial en el cual el Indio Solari narraba que él, el Negro JoséLuis, era la Bestia Pop. En distintas etapas de su vida escuchó a Polifemo, Pappo, Barón Rojo, V8, Hermética y, por supuesto, los Redonditos de Ricota. No lo sabía cuando los descubrió, pero Poli y Skay ya lo conocían. En los primeros recitales platenses de la banda, ese morocho enfundado en una gran bandera azul y blanca era más conocido en la región que quienes serían ídolos supremos en todo el país. Cuando la guía espiritual y el guitarrista todavía podían ir a triperear por los viejos tablones de 60 y 118 sin que se armara un amontonamiento, observaban el accionar del Negro e, inconscientemente, tomaban nota.
Durante el primer lustro de los 70 fue uno de los Jotapé más entusiastas a la hora de movilizarse, tocar el bombo y pelear por un país mejor. El golpe de 1976 lo alejó de la política. Se dedicó a Gimnasia. Y a otros menesteres. Alcanzó el complicadísimo liderazgo de la hinchada luego de reyertas sorprendentes contra propios y ajenos. Entre fines de los 70 y mediados de los 80, su reinado fue turbulento, pero admitido. A su lado combatían figuras brillantes de las zonas bravías: Tabbia, el Oso, Arrieta, el Tucumano, Olivia, Wimpy. Emergía con luz propia un jovencito audaz: Marcelo Amuchástegui (a) El Loco Fierro. Entre todos, y con varios más, construyeron mitos, golpearon rivales, elaboraron poemas tribuneros, se convirtieron en la pesadilla de “la Bonaerense”.
Una noche, que según amigos fue la misma noche en que Vacuna murió baleado en un local mítico llamado sin pudor “El Rancho de Goma”, fue hasta la sede de Gimnasia, en la calle 4, y estampó en las paredes: “Mi Vieja, el Lobo y Perón”. Llegó a discursear, a su manera, por los andenes porteños cuando el triperío se movilizaba como visita. Sentado sobre unos barrotes, explicaba a los más jóvenes la necesidad de luchar “por lo que es de uno”. Una verba inconexa pero sugestiva preparaba huestes eficaces, listas para arrasar lo que surgiera. Claro: amplios sectores de las capas medias platenses lo tenían como el peor ejemplo del mundo. Desde ciertos parámetros, tal vez lo fuera. El Negro lo sabía y su afirmación aumentaba. Había conocido el trato que algunos les dispensan a los humildes: su padre, trabajador de YPF, arrastraba su historia. Y aunque vivió tan poco como él, dejó su huella. Por entonces, su gente cantaba: “Todos nos llaman/ los negros de mierda/ la policía nos persigue sin cesar/ pero la gente que sabe, comprende/ que a Gimnasia lo queremos de verdad”. Haciendo alarde de una lógica sin hilván que, sin embargo, muchos palpaban con naturalidad. El día gris en que descendió Gimnasia, allá por el 78, se llenó los bolsillos de piedras, se calzó la albiazul y salió a recorrer el centro de la ciudad, sólo, a la espera de bromas y cargadas. Esa vez no las hubo.
Con los años, el consumo fue aumentando, las entradas a las cárceles se intensificaron y su liderazgo fue decreciendo. Tabbia estaba más viejo, pero Fierro irrumpía con dotes organizativos, energía física e intransigencia ante la policía. “El Negro José Luis es nuestra bandera, Fierro es nuestro jefe” empezaron a decir los muchachos de las áreas sureñas que no figuran en las visitas guiadas a la capital provincial. El transvasamiento generacional se dio, y el Negro quedó como bandera. Siguió peleando, aunque sin asumir la orientación.
Pero, como en las buenas películas de piratas, cuando las canas empezaban a surcar sus cabellos, el amor irrumpió y capturó al imposible. Hay quien dice que le hizo bien. Lo cierto es que cuando empezaban a esfumarse los 90, una lobita hizo su irrupción en la agitada vida de nuestro héroe. La bautizó Paloma Azul, sorprendiendo no por los colores, pero sí por un pacifismo que parecía ajeno a su personalidad. Este es el testimonio de un amigo común que pudo ver el primer encuentro del Negro José Luis con su hija. “Ella se veía tan chiquitita, porque vos viste lo que es la espalda del Negro. Primero se quedó paralizado, y después se transformó. La agarraba, se reía, le cantaba algo de los Redondos, qué seyo. ¿Sabés qué? Ahí me di cuenta de que era la primera vez que el Negro era feliz, feliz así, como cuando uno está recontento pero de veras. ¿entendés? Y ahí me dio lástima.” ¿Lástima? “Sí, porque me di cuenta de lo que pensaba. Como si lo dijera en voz alta. El tipo la miraba y yo, que lo conozco, sé qué pensaba ‘¿cómo alguien tan malo como yo pudo hacer esto tan hermoso?’. José Luis estaba fascinado, loco, emocionado con la pibita. Por ahí si le hubiera llegado antes... qué sé yo, por ahí si le hubiera llegado antes él hasta hubiera aceptado que merecía tener una nena así... ¿no?”
Aunque suene raro en un país que parece no tener códigos, José Luis y su entorno garantizaron durante bastante tiempo algunas normas cuya mención puede confundir a los que miran el trazo grueso de los alrededores. ¿Qué garantizaron esos tipos ultraviolentos al frente de una hinchada tablonera, recia, amable (al decir de Ardizzone), como la de Gimnasia? Básicamente, la presencia de la familia en las canchas. Lo que la propaganda de la AFA no consiguió, lo que los superpoderes policiales no obtienen, lo lograron Tabbia, José Luis y Fierro. Quien esto escribe, a riesgo de contrastar con pundonorosos eticistas, puede afirmarlo por experiencia propia: en los trenes, en los micros, en los laberintos de las zonas futboleras, se cuidó siempre a la compacta madeja de hombres mayores, mujeres y niños que buscaron en la pelota un juego y en la camiseta una pasión.
Las peleas fueron descomunales. Pero los rivales eran unos gordos espectaculares que “estaban en lo mismo”. Fierro murió baleado por la policía en Rosario. El Negro José Luis, la Bestia Pop de los Redonditos de Ricota, se fue el 7 de junio, días después de que un dolor trivial lo llevara hasta un centro de salud. Tenía 46 años. Sus últimos momentos los pasó junto a dos hinchas de su grupo: El Volador y Torugo. Una bandera azul y blanca lo envolvió al final. Varias camisetas de los Redondos lo despidieron. Manos nudosas hicieron la V. Quizás le cueste llegar hasta donde está su padre. Tal vez deba esperar para abrazar de nuevo a la Vieja. Pero cuando pueda, lo hará. Lo hará como cuando era un chiquito oscuro, y volvía al hogar después de trompearse con los “chetos” en las plazas platenses. ¿Qué hacía –y qué hará– José Luis? Le daba un beso al hombre de la casa y estrujaba a la madre, a la cual le decía que la quería tanto como al Lobo. Lo cual, ella lo sabía, era mucho decir.

Ramón, capo de la barra de San telmo y su hijito lucas,detras un estadio de leyenda

mayo 1997
La Isla Maciel, esa fortaleza
El solo hecho de nombrarla ya implica cierta dosis de tensión. Para nadie pasa inadvertida: los hinchas visitantes ya se preocupan una semana antes. A los periodistas se les mueve el intestino cuando deben ir. Hasta los propios simpatizantes de San Telmo -los de Capital- no van de la mejor gana.
Alrededor de la Isla Maciel se tejió un mito formado por ingredientes como la marginalidad, la pobreza y la prostitución. Inserto en medio de ese mundo, en una manzana delimitada por Vieytes, Las Heras, Gral. Rivas y Alberti, cuatro polvorientas callejuelas, se yergue en un estadio que, precisamente por el ámbito que lo rodea, ha cargado desde siempre una pesada cruz y el hecho de haber estado inhabilitado tanto tiempo es, quizás, el mejor ejemplo.
Ramón nació hace 28 años en uno de los tantos ranchos de la Isla Maciel. Orgulloso de ello, hoy sigue viviendo allí. Asegura que “aquí pasaré mis últimos días” y que le gustaría “que me entierren en la cancha”. Es el jefe de la hinchada de San Telmo, y dice todas estas cosas:
“Acá las hinchadas entran porque nosotros los dejamos. Si no, no entra nadie. Pero ya no hay más líos de local porque buscan el mínimo incidente para suspendernos la cancha. El último combate acá fue hace bastantes años, con Midland, en la plaza. Después no vinieron más”.
“Ni Chacarita, ni Chicago, ni ningún otro grande se plantó en la isla. El único que sí lo hizo fue Quilmes y se armó un revuelo bárbaro adentro de los ranchos. El otro combate grande que yo recuerde pasó con Almagro: esos, de tanto miedo que tenían, se tiraron de cabeza al Riachuelo. En todo el tiempo que estuvimos en la ‘C’ el que más gente traía era Excursionistas. Este año los de Tigre nos tirotearon el micro allá en Victoria. Ahora estoy esperando que vengan…”.
“Hay que reconocer que, por convocatoria, San Telmo no es lo que era. Muchos desaparecieron porque la Policía ya no los dejaba parar acá, y también porque están presos. Yo mismo tengo quilombo: cualquier cosita que pase, por más que no tenga nada que ver conmigo, los ratis me vienen a buscar. Es por eso que ya me cansé un poco de la violencia…”.
“Durante un largo tiempo hubo problemas porque a los mismos hinchas de San Telmo les robaban cuando venían a la cancha. Pero eso ya está solucionado: a los barderos -los que vienen a robar- los echamos. Acá se viene nada más que a alentar al equipo”.
“A los jugadores también les aclaramos lo que significa jugar en San Telmo y el que no entienda, sufre las consecuencias. Por eso, después del partido con Dock Sud los fuimos a visitar. Les explicamos que se puede perder, pero no se puede jugar un clásico como lo hicieron ellos. Hay que dejar la vida por esta camiseta”.
“Una vez que Tristán Suárez estaba puntero me vino a ver una persona enviada por Granados. Al sábado siguiente teníamos que jugar contra ellos. Me ofreció no sé cuántos kilos de asado y seis cajones de vino para que pudieran venir tranquilos. Le dije que amistad no hacíamos pero que si quería traer, que traiga. Cumplió, pero igual de tan cagados que estaban faltaban cinco minutos y ya habían subido al camión”.
“Quiero que el Docke venga a la Isla. En el Apertura jugamos en Racing porque nuestra cancha estaba clausurada y la revancha fue en cancha de ellos. En la semana de aquel partido fui a verlo al capo de los del Docke y le dije que nosotros no llevábamos fierros, que si nos tiraban íbamos a correr. Pero si eso pasaba, a la noche íbamos a reventar la casa de cada uno de ellos y los íbamos a matar. Al final no pasó nada”.
Ubicada en el partido de Avellaneda, al otro lado de La Boca, la Isla Maciel posee dos partes disímiles. Desde la cabecera norte del estadio hasta el Riachuelo -unas cinco cuadras- hay un sector de casitas muy humildes que es casi una réplica de La Boca. Desde los demás costados de la cancha se extiende la villa -donde vive Ramón-, el factor más temible para los ocasionales visitantes. La prostitución es otro tema que no puede soslayarse. A lo largo de décadas era inevitable asociar esa palabra a la Isla Maciel, aunque hoy prácticamente ha desaparecido. Detrás de la tribuna visitante se encontraban -y se ofrecían- las mujeres dedicadas a la profesión más antigua.
Las diferencias en la misma barra también son notorias. Entre los de la Isla y los del barrio de San Telmo la relación nunca fue ideal. De visitante se unen para alentar, pero de local los capitalinos no van en gran número. Y ni que hablar de los hinchas más tranquilos, que se han ido alejando por temor a ser robados. Una anécdota que tiene como protagonista a Jorge Vendakis -actual DT de Berazategui y ex de San Telmo- cuenta que al mismo técnido le fueron sustraídas sus pertenencias cuando fue a dirigir su primer entrenamiento. Eso sí, las cosas después aparecieron al enterarse los ladrones de quién se trataba.
Es un fenómeno casi gracioso el comportamiento de los espectadores que se acercan a la Isla: a paso rápido y mirando de reojo a los cuatro costados. Ese pánico ya es producto de una leyenda que ha dado tanto material como para escribir un libro.

LOS GUERREROS"LOS VIDEOS QUE HICIERON FUROR "