lunes, 28 de enero de 2008

Ramón, capo de la barra de San telmo y su hijito lucas,detras un estadio de leyenda

mayo 1997
La Isla Maciel, esa fortaleza
El solo hecho de nombrarla ya implica cierta dosis de tensión. Para nadie pasa inadvertida: los hinchas visitantes ya se preocupan una semana antes. A los periodistas se les mueve el intestino cuando deben ir. Hasta los propios simpatizantes de San Telmo -los de Capital- no van de la mejor gana.
Alrededor de la Isla Maciel se tejió un mito formado por ingredientes como la marginalidad, la pobreza y la prostitución. Inserto en medio de ese mundo, en una manzana delimitada por Vieytes, Las Heras, Gral. Rivas y Alberti, cuatro polvorientas callejuelas, se yergue en un estadio que, precisamente por el ámbito que lo rodea, ha cargado desde siempre una pesada cruz y el hecho de haber estado inhabilitado tanto tiempo es, quizás, el mejor ejemplo.
Ramón nació hace 28 años en uno de los tantos ranchos de la Isla Maciel. Orgulloso de ello, hoy sigue viviendo allí. Asegura que “aquí pasaré mis últimos días” y que le gustaría “que me entierren en la cancha”. Es el jefe de la hinchada de San Telmo, y dice todas estas cosas:
“Acá las hinchadas entran porque nosotros los dejamos. Si no, no entra nadie. Pero ya no hay más líos de local porque buscan el mínimo incidente para suspendernos la cancha. El último combate acá fue hace bastantes años, con Midland, en la plaza. Después no vinieron más”.
“Ni Chacarita, ni Chicago, ni ningún otro grande se plantó en la isla. El único que sí lo hizo fue Quilmes y se armó un revuelo bárbaro adentro de los ranchos. El otro combate grande que yo recuerde pasó con Almagro: esos, de tanto miedo que tenían, se tiraron de cabeza al Riachuelo. En todo el tiempo que estuvimos en la ‘C’ el que más gente traía era Excursionistas. Este año los de Tigre nos tirotearon el micro allá en Victoria. Ahora estoy esperando que vengan…”.
“Hay que reconocer que, por convocatoria, San Telmo no es lo que era. Muchos desaparecieron porque la Policía ya no los dejaba parar acá, y también porque están presos. Yo mismo tengo quilombo: cualquier cosita que pase, por más que no tenga nada que ver conmigo, los ratis me vienen a buscar. Es por eso que ya me cansé un poco de la violencia…”.
“Durante un largo tiempo hubo problemas porque a los mismos hinchas de San Telmo les robaban cuando venían a la cancha. Pero eso ya está solucionado: a los barderos -los que vienen a robar- los echamos. Acá se viene nada más que a alentar al equipo”.
“A los jugadores también les aclaramos lo que significa jugar en San Telmo y el que no entienda, sufre las consecuencias. Por eso, después del partido con Dock Sud los fuimos a visitar. Les explicamos que se puede perder, pero no se puede jugar un clásico como lo hicieron ellos. Hay que dejar la vida por esta camiseta”.
“Una vez que Tristán Suárez estaba puntero me vino a ver una persona enviada por Granados. Al sábado siguiente teníamos que jugar contra ellos. Me ofreció no sé cuántos kilos de asado y seis cajones de vino para que pudieran venir tranquilos. Le dije que amistad no hacíamos pero que si quería traer, que traiga. Cumplió, pero igual de tan cagados que estaban faltaban cinco minutos y ya habían subido al camión”.
“Quiero que el Docke venga a la Isla. En el Apertura jugamos en Racing porque nuestra cancha estaba clausurada y la revancha fue en cancha de ellos. En la semana de aquel partido fui a verlo al capo de los del Docke y le dije que nosotros no llevábamos fierros, que si nos tiraban íbamos a correr. Pero si eso pasaba, a la noche íbamos a reventar la casa de cada uno de ellos y los íbamos a matar. Al final no pasó nada”.
Ubicada en el partido de Avellaneda, al otro lado de La Boca, la Isla Maciel posee dos partes disímiles. Desde la cabecera norte del estadio hasta el Riachuelo -unas cinco cuadras- hay un sector de casitas muy humildes que es casi una réplica de La Boca. Desde los demás costados de la cancha se extiende la villa -donde vive Ramón-, el factor más temible para los ocasionales visitantes. La prostitución es otro tema que no puede soslayarse. A lo largo de décadas era inevitable asociar esa palabra a la Isla Maciel, aunque hoy prácticamente ha desaparecido. Detrás de la tribuna visitante se encontraban -y se ofrecían- las mujeres dedicadas a la profesión más antigua.
Las diferencias en la misma barra también son notorias. Entre los de la Isla y los del barrio de San Telmo la relación nunca fue ideal. De visitante se unen para alentar, pero de local los capitalinos no van en gran número. Y ni que hablar de los hinchas más tranquilos, que se han ido alejando por temor a ser robados. Una anécdota que tiene como protagonista a Jorge Vendakis -actual DT de Berazategui y ex de San Telmo- cuenta que al mismo técnido le fueron sustraídas sus pertenencias cuando fue a dirigir su primer entrenamiento. Eso sí, las cosas después aparecieron al enterarse los ladrones de quién se trataba.
Es un fenómeno casi gracioso el comportamiento de los espectadores que se acercan a la Isla: a paso rápido y mirando de reojo a los cuatro costados. Ese pánico ya es producto de una leyenda que ha dado tanto material como para escribir un libro.

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